
Rioja son viñas, Rioja son las nieblas bajas que se disipan con los primeros rayos del sol en invierno y Rioja son los caprichosos dibujos que el río Ebro dibuja por la orografía riojana en su caminar hacia el Mediterráneo. El Ebro siempre ha sido un reto que solventar para los pobladores de La Rioja, una fértil vega inclinada hacia el este, enclavada como frontera de varios reinos y del eje que une los mares Cantábrico y el citado Mediterráneo. En esta encrucijada de caminos, los puentes jugaron un papel fundamental en el desarrollo urbano y económico de la región; y ya desde los romanos, los habitantes del valle construyeron robustos puentes con los que poder salvar el cauce del río más caudaloso de España.
En este contexto el conocido como puente de Briñas -que, pese a su denominación, pertenece a Haro y no a Briñas– supuso un impulso para el próspero devenir de la parte más occidental de Rioja, la comarca de Haro, que vio cómo en el siglo XIII un imponente puente de piedra de 150 metros unía el meandro de Tondonia con la orilla norte del río Ebro, facilitando el tránsito de mercancías entre el reino de Navarra (del que formaban parte la Sonsierra riojana y Rioja Alavesa) y las tierras de Castilla, a las que pertenecían Haro y el resto de la hoy Comunidad de La Rioja.
El puente de Briñas es un puente medieval de estilo gótico -aunque ha sufrido numerosas restauraciones- de siete arcos, más de 150 metros de largo, casi 5 metros de ancho y más de 14 metros de alto, situado en un paraje vitivinícola único. Rodeado por un mar de viñas y junto al barrio de la Estación de Haro, el puente de Briñas -además de servir de aduana en sus inicios- forma parte del trazado del camino de Santiago vasco del interior, una ruta que conecta Irún y Vitoria-Gasteiz con Santo Domingo de la Calzada.
La construcción del puente de Briñas se produce tras la desaparición de otros importantes puentes sobre el río Ebro, como eran el de Mantible, Mendavia y Varea -junto a Logroño- lo que había dejado incomunicadas las dos orillas del río Ebro a lo largo de un tramo de más de sesenta kilómetros.
En esta época, tras la reconquista y la repoblación de la zona es cuando se decide construir este puente (por iniciativa del concejo de Haro, que era propietario de tierras en la orilla norte del río) y otros dos relevantes puentes de La Rioja: el de San Vicente de la Sonsierra, que -hoy en día- está suspendido para el tráfico rodado, y el antiguo puente de Piedra de Logroño, una construcción anterior -derribado en el siglo XIX- al actual puente de Piedra de la capital riojana. Se cree que, originariamente, fueron los romanos los primeros en edificar un puente en esta zona, que conectaba las aldeas de Briñas y Tondón (Dondón, hoy desaparecida).

Reconstrucciones del puente de Briñas
El impetuoso caudal del río Ebro, que suele sufrir grandes crecidas durante el invierno y los meses de primavera, suponen un reto para el mantenimiento del puente de Briñas. Los destrozos causados por el agua y las posteriores reconstrucciones, han formado parte del día a día del puente de Briñas.
El puente cuenta con dos inscripciones en los tajamares, de 1574 y 1643, que indican las fechas de reconstrucción del puente. Posteriormente, están documentadas otras tantas reparaciones a lo largo de los siglos XVIII, XIX hasta su definitiva restauración en 2008.
- 1712: reparación.
- 1741: reparación con zampiados (recubrimiento de las superficies mediante mampostería de piedra para afirmar terrenos falsos y protegerlos contra la erosión).
- 1810: guarnición y construcción de los antepechos del puente durante la Guerra de Independencia.
- 1823: fortificación de la cabecera.
- 1839: rotura de los puentes levadizos que conectaban el puente con las orillas.
- 1841: terraplenación del foso.
- 1852: demolición de la fortificación tras la primera y segunda Guerra Carlista.
- 1871: reparación del puente tras una riada que había dejado intransitable el puente.
- 1950: construcción de un nuevo puente para el tráfico rodado, quedando el puente de Briñas para labores agrícolas.

Durante el convulso siglo XIX el puente pasa a jugar un papel estratégico en las comunicaciones con el norte de la península. En un periodo marcado por la Guerra de Independencia frente a Francia y el conflicto civil de las Guerras Carlistas, el puente de Briñas queda fortificado con un pequeño castillo en lo alto de la ladera que vigila el paso hacia Haro.
El conjunto defensivo del puente de Briñas estaba integrado, en noviembre de 1834, por: unas oficinas, una casa aspillerada, un torreón en lo alto de la ladera este, un camino que cubierto que conectaba las oficinas del puente con la torre, además del propio puente. Con anterioridad, el lugar ocupado por la caseta de vigilancia del puente de Briñas fue una pequeña ermita dedicada a Nuestra Señora del Puente del Ebro.

En la actualidad sólo la estructura del puente se encuentra el pie y habilitada para el tráfico de vehículos y personas, habiendo desaparecido -por completo- el complejo de las oficinas y quedando, únicamente, restos del torreón defensivo en lo alto de la colina anexa. En 2015, el puente de Briñas fue incluido como uno de los bienes individuales (n.º ref. 669bis-019) de la ruta interior del «Caminos de Santiago de Compostela: Camino francés y Caminos del Norte de España» por la UNESCO.
Enoturismo en Haro
Su ubicación y su uso -eminentemente agrícola, lo que limita el tráfico- hacen del puente de Briñas un tesoro para aquellos que llegan a Haro y Rioja Alta en busca de una experiencia de enoturismo que les conecte con la esencia de la vitivinicultura y la tradición de un tierra volcada con el viñedo y la producción de grandes vinos.
El puente de Briñas se encuentra a menos de un kilómetro de bodegas centenarias como Bodegas La Rioja Alta S.A, Bodegas R. López de Heredia Viña Tondonia y Bodegas Gómez Cruzado; además de ubicarse en medio de un mar de viñas que permiten al viajero pasear entre viñedos, conocer -de cerca- la viticultura de Rioja y el desarrollo de la uva, y disfrutar de un paisaje del vino único