
Los mares de viñas caracterizan el paisaje de Rioja: un paisaje salpicado por viñedos en grandes llanuras, por vides que resisten a la gravedad en colinas en las que jamás se pensaría que pudieran ser labradas y por los chozos (o guardaviñas), una de las estructuras más singulares de Rioja y que más impacta al visitante que llega a la región con el ánimo de conocer la cultura del vino de la tierra con nombre de vino.
Los chozos, o guardaviñas, son construcciones de piedra que cuentan con una sola planta, de forma cónica y que comenzaron a salpicar las lindes de las parcelas riojanas a finales del siglo XIX, aunque -con anterioridad- ya existían las chozas de los custieros o vigilantes de la viña. Los guardaviñas, son -por así decirlo- una especie de iglús de piedra que sirvieron -coincidiendo con la expansión y dinamización de la viticultura en Rioja en las últimas décadas del siglo XIX- como refugio para los agricultores y guardas, que encontraron en éstos sus mejores aliados en los días menos apacibles.
Estas pequeñas construcciones encuentran su máxima expresión en Rioja Alavesa (que concentra más del 90% de estas construcciones) y en la conocida como Sonsierra riojana, un pequeño terreno integrado por San Vicente de la Sonsierra y Ábalos en la margen norte del río Ebro. Esta recogida área de Rioja Alta, flanqueada por Rioja Alavesa, es uno de los mejores puntos desde los que comenzar una ruta enoturística que cuente con la arquitectura del vino de Rioja como eje fundamental. No obstante, la presencia de chozos puede apreciarse -en mayor o menor densidad- en otras zonas de Rioja como el valle del Najerilla, entre Badarán y Cárdenas.

¿Qué puedes encontar aquí?
Guardaviñas en la Sonsierra riojana
San Vicente de la Sonsierra es el municipio más importante de la Sonsierra riojana. En esta importante villa riojalteña se encuentra el chozo más importante de Rioja: el ‘guardaviñas de Las Espinillas‘, una impresionante construcción de dos plantas que, además de servir de refugio, podía hacer las veces de vivienda temporal gracias a la incorporación de una chimenea, una ventana, y un dormitorio en la segunda planta completamente aislado del frío y la humedad del suelo.
En este sentido, San Vicente de la Sonsierra es una de las villas riojanas que más ha apostado por la recuperación del patrimonio arquitectónico del vino de Rioja con la restauración de numerosos chozos que se encontraban en estado de ruina o próximos a derrumbarse. En la actualidad, la villa cuenta con un detallado catálogo de chozos perfectamente documentados y localizados que facilitan la práctica del enoturismo al visitante que llega a Rioja ávido de conocer cómo se ha fraguado la fortaleza de la región y de sus vinos.
Chozos en San Vicente de la Sonsierra
- Guardaviñas de Hornillo
- Guardaviñas de la Palomera
- Guardaviñas de La Rad
- Guardaviñas de Las Espinillas
- Guardaviñas de Las Llanas
- Guardaviñas de Pangua
- Guardaviñas de Portorrubio
- Guardaviñas del Bombón
- Guardaviñas del Bosque
- Guardaviñas del Manao
- Guardaviñas del Montecillo
- Guardaviñas del Muerto
- Guardaviñas del Sacramento
Su marcado carácter popular hace que no haya dos chozos iguales. Este tipo de construcciones sólo comparten la forma cónica de su silueta, el diseño de una pequeña puerta con grandes bloques de piedra (donde se encuentra un prominente dintel) y el cierre superior con falsa cúpula que da consistencia al resto de la estructura. Por lo demás, cada chozo es un mundo y una obra propia de cada autor.

En ocasiones, los dinteles de las puertas presentan inscripciones que facilitan la datación de los chozos. La mayoría están fechadas a finales del siglo XIX, coincidiendo con la llegada de los bodegueros franceses a La Rioja (con especial presencia en el barrio de la Estación de Haro) tras la plaga de filoxera que asoló lo viñedos franceses en 1863.
Así, se han encontrado -talladas en la piedra- las fechas de construcción de varios chozos en San Vicente de la Sonsierra (1868), Briones (1873) y Ábalos (1881); municipios de Rioja Alta que hoy forman la Mancomunidad de Desarrollo Turístico de los Municipios de Abalos, Briones y San Vicente de la Sonsierra y conocidos por las celebración de las Noches de San Lorenzo en agosto.
Los guardaviñas están fabricadas con los materiales próximos al viñedo que se quería resguardar (por lo general, piedra caliza asentada con piedrillas para tapar las juntas) y erigidos en los lugares en los que los viticultores entendían que la viña era más vulnerable a cualquier ataque. Hoy en día, la mayoría se encuentran situados junto a los caminos agrícolas y carreteras secundarias, siendo muy complicado hallar alguno -que lo hay- elevado en mitad de cualquier finca.

Chozos en Rioja Alavesa
Nueve de cada diez chozos de Rioja se encuentran en Rioja Alavesa, siendo Laguardia, Lanciego y Elvillar los municipios con un mayor número de guardaviñas registrados, según el propio blog de Rioja Alavesa. La proliferación de estas singulares estructuras en la margen norte del Ebro está relacionada con el alza de los precios que sufrió la uva durante el siglo XVI y la proliferación de las cabañas de ovejas y cabras en la región. En este sentido, el alto número de los rebaños y la lejanía de las plantaciones de viñedo respecto a los pueblos, hizo necesaria la construcción de unas primigenias chozas que servían para guarecer al ‘custiero‘ o guarda encargado de proteger la viña de los rebaños y de cualquier persona que pretendiera apropiarse de los racimos y uvas ajenas.
Las antiguas ordenanzas que reglaban la labor de los custiero fijaban, de hecho, las multas para los pastores y ladrones que asaltaran los viñedos sin autorización. Para los primeros, la sanción era de ‘carneramiento‘ (dándose muerte a una oveja si el rebaño entraba en invierno y dos si lo hacía entre marzo y el periodo de vendimia) mientras que para los que ‘entre Santiago y vendimia entrare en una viña viciosamente, aunque solo la atraviese‘ se imponía el pago de un real.
El carneramiento era una práctica de castigo habitual en la zona, pues, este tipo de pena para ganaderos y rebaños, está -también- documentada en un pleito entre Carcastillo (Navarra) y el Monasterio de La Oliva.
¿En qué pueblos están los guardaviñas en Rioja Alavesa?
- Laguardia, 397
- Lanciego, 346
- Elvillar, 279
- Oyón, 139
- Labastida, 140
- Baños de río Ebro, 73
- Samaniego, 72
- Lapuebla de Labarca, 54
- Leza, 51
- Moreda de Álava, 45
- Elciego, 41
- Yécora, 36
- Navaridas, 34
- Villabuena de Álava 31
- Kripán, 22
La elevada presencia de chozos o guardaviñas en Rioja Alavesa pone de relieve el carácter minifundista que siempre han tenido las tierras alavesas de Rioja. Actualmente, Elvillar, Lanciego, Moreda de Álava y Laguardia son los pueblos de Rioja Alavesa con mayor densidad de chozos por kilómetro cuadrado, con nueve (Elvillar), siete (Lanciego), cinco (Moreda de Álava) y tres (Laguardia), respectivamente.
Tiene especial consideración la elevada concentración de guardaviñas en Lanciego y Elvillar, municipios notablemente inferiores -en cuanto a extensión territorial se refiere- a Laguardia, capital de la Cuadrilla de Laguardia – Rioja Alavesa.

Los chozos son, en definitiva, un rasgo distintivo de la importancia que los viñedos y su desarrollo tienen para los viticultores de Rioja, y de Rioja Alavesa en especial. Las reducidas distancias entre los pueblos de esta zona de Rioja -y entre los de la Sonsierra riojana, que divide en dos el área vasca- permite realizar una rica ruta turística por los pueblos con más encanto, disfrutando de sus mejores vinos, sus bodegas, sus gentes y su historia.
Una historia que se ve reflejada en los guardaviñas que antaño sirvieron para proteger las viñas y que hoy aportan esplendor y tradición al mejor tesoro de Rioja: su cultura en torno al viñedo.